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¿Cómo he llegado hasta aquí?

Siempre me ha gustado escribir pero nunca había tenido tiempo para dedicarme a ello puesto que me ocupaba en otras profesiones. A menudo es preciso un cambio drástico, una noticia radical o un golpe de la vida para alterar nuestra trayectoria.

En mi caso, tras haber notado durante un tiempo cierta debilidad extraña en mí, me diagnosticaron lupus y fibromialgia a la edad de cuarenta y cinco años. Nada excesivamente grave, nada de lo que me vaya a morir, pero que me cambió la vida. El dolor constante, el eterno cansancio, las migrañas, el insomnio… me llevaron en su conjunto a dejar de trabajar. Por aquel entonces llevaba cerca de diez años dando clases de inglés en una academia local, una profesión que me encantaba. Aprendí mucho de los adolescentes, incluso ciertas pautas para tratar con mis propios hijos. Pero llegó un momento en el que los alumnos me preguntaban «¿Por qué siempre te duele la cabeza?», «¿Por qué te molesta tanto que chillemos?» o «¿Por qué siempre estás tan cansada?». Con esto sólo quiero demostrar en qué estado iniciaba las clases. Ni qué decir del nivel de agotamiento cuando las terminaba.

 

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